Otra vez, mi solar nativo

Jorge E. Lara de la Fraga | Tiempo de Veracruz | enero 6, 2011 at 12:47 PM

Por: Jorge E. Lara de la Fraga.

“Al estrecharnos las manos, hay sonrisas, hay abrazos. Se expresa satisfacción por los fines ya cumplidos…” Delia Sedas de P.

Ni las bajas temperaturas ni el peligro de contraer una enfermedad respiratoria impidieron que 14 ex – condiscípulos de la generación 50 – 55, de la Escuela Primaria “Adolfo Ruiz Cortines”, así como familiares e invitados, se reunieran en la localidad de Huatusco el pasado 26 de diciembre de 2010, para convivir y degustar unas ricas viandas de fin de año. Se celebró entre alegrías, brindis, buenos deseos y recuerdos vivificantes el 60 aniversario del ingreso a la citada institución educativa y también los 11 lustros de egreso de ese entrañable plantel, donde pedagógicamente encauzaron sus esfuerzos ameritados docentes como Paz Ruiz de Domínguez, Jesús Húber A., Bruno Nagel, Cecilia Hernández L., Baldomero R. Mota, Manuel Sedas R., Nemesio Cano y Fernando Domínguez. Fue el amigo y colega José Luis Zúñiga García el amable anfitrión que nos convocó en un espacio social de su propiedad, ubicado en la avenida 2 de esa chicatanera ciudad de Agustín Chicuéllar y de Ernesto García Cabral.

A cada uno de los integrantes de la generación (50 – 55) se le obsequió un texto de la autoría de la profesora Delia Sedas de Partida, intitulado “Así narraban los de antes”, que es un referente obligado para entender al Huatusco de hoy y explicarnos el Cuautochco que se nos fue. La maestra Delia, en la introducción del libro expresa lo siguiente: “Huatusco fue considerado como un centro de refugio en los combates de los brotes armados de maderistas, zapatistas, carrancistas, huertistas, por estar geográficamente aislado, rodeado de profundas barrancas…” . También esos ex – alumnos, entrados en canas, se emocionaron al recibir un reconocimiento escrito firmado por la Autoridad Municipal saliente, la C. Profra. Zaira Ochoa Valdivia. En ese tramo protocolario intervinieron oralmente los compañeros José Luis Zúñiga, Hermilo Reyes García, Gustavo Tenorio Demeneghi, José Santos Paz Hernández y Miguel Hernández Ferto.

En mi caso particular y como uno más de los miembros de la generación multimencionada, aproveché las circunstancias  para estar otro día más (diciembre 27) en esa tierra de antología para deleitarme de sus recintos ecológicos, de su gastronomía variada, de sus bellezas naturales y de sus ámbitos públicos de singular valor histórico y cultural. Me permito reiterarles a los lectores que Guadalupe Victoria, el primer Presidente de México y patriota insurgente, le guardó siempre gratitud profunda a ese rincón de las Grandes Montañas, porque en su lucha por la Independencia de nuestro país halló respuesta positiva a sus afanes reivindicatorios en varios de los huatusqueños liberales del siglo XIX.

Por otra parte, confieso que a veces sueño con personajes interesantes y simpáticos de mi terruño, pues sin desear omitir a mujeres y hombres relevantes que han prestigiado a los paisanos, me referiré en este espacio a ciertos héroes anónimos que hicieron agradable mi niñez y mi juventud. Rememoro con alegría al gelatinero Pedro Mier, elaborador de unas delicias con sabor a chocolate, también al señor expendedor de cocos, sin menospreciar a los filarmónicos los “Porritas”, los “Tolines” y Serafín Ortiz, así mismo no puedo dejar al margen a esa hacendosa señora delgada que vendía las memelas y los molotes a la salida del colegio. Tampoco dejo en el baúl del olvido a ese hombre de las galerías que alegraba las sesiones cinematográficas y los cotejos de basquetbol con sus ocurrencias o con sus “oportunos” gritos estentóreos, me refiero ni más ni menos que al famoso “Tío Berrinches” (Sr. Moreno), hábil sastre y conversador ameno. Todas esas personas ya se nos adelantaron por el sendero sin retorno, pero prosiguen emocionalmente con nosotros porque fueron parte de esa comunidad dinámica y pujante de los Tigres Monteses o del Gran Conejo.

No cabe duda, recordar es vivir, pero también entender que los años propician naturales estragos en nuestros perecederos organismos. Sin embargo, nuestro espíritu de combate no decae y sigue adelante.

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