Francisco Galván Rivera, el educador

Guillermo H. Zúñiga Martínez | Tiempo de Veracruz | abril 15, 2011 at 11:05 PM

Por: Guillermo H. Zúñiga Martínez

 

Lo conocí en el aula: asistía muy puntual para impartir cátedra sobre Pedagogía; siempre pulcro, bien vestido, invariablemente de traje y corbata, muy  cuidados el cuello y los puños de las camisas blancas. Su voz era reposada, no registraba altibajos, la elocuencia suya estribaba en la mesura. Llamaba mucho la atención la mirada clara, la ausencia de vicios y la fortaleza de hábitos en el estudio y el trabajo. De trato afable, era generoso, brillaba su comportamiento al demostrar absoluto respeto para todos los discípulos. Se dedicaba a cumplir con el programa, pero lo enriquecía con observaciones y experiencias personales sobre el mundo fantástico de la ciencia de la educación.

 

Mi recuerdo data de 1963, cuando los jóvenes estudiantes que concurríamos a la Benemérita Escuela Normal Veracruzana “Enrique C. Rébsamen”, nos sentíamos llamados  a ser los mejores, con base en la pasión y convicciones  que nos infundían, para creernos la punta de lanza y el principio del progreso en las sociedades marginadas del Estado de Veracruz. Así fue como conocí al distinguido maestro Francisco Galván Rivera, hombre serio y siempre dispuesto a hacer el bien a los demás.

 

Transitó por la vida con el afán de construir, ser genuino y congruente en la aplicación  de sus ideales.

 

Siempre disfruté sus enseñanzas y mucho más el trato de caballero y verdadero guía de la juventud; él cincelaba su trabajo a partir del paradigma de la propia conducta y su efluvio de conocimientos  y compresión inundaba las aulas y al propio plantel normalista.

El maestro Galván Rivera convivió con varias generaciones de preceptores brillantes que sirvieron con lealtad a la ilustre  Escuela Normal fundada por Juan de la Luz Enríquez.

Pasó el tiempo; inmerso en el fragoroso quehacer  de la Dirección General de Educación Popular, reencontré a mi mentor cuando la Escuela Normal a la que tanto quiso era dirigida por el Profesor Raúl Contreras Ferto, con el cual participaba, tal y como lo había hecho, a su lado,  desde  1957.

Con el tiempo, lo que es natural, el maestro logró fortalecer la personalidad que lo identificó durante el transcurso de su vida. Era un hombre que reaccionaba con inteligencia ante las situaciones difíciles; las analizaba y actuaba con ponderación. Siempre decía: “No pasa nada”. “No pasa nada”.

Por razones diversas, Don Raúl Contreras se vio en la necesidad de separarse de la Dirección de tan respetada escuela formadora de docentes y fue entonces cuando, en acuerdo con el señor Gobernador del Estado, Don Rafael Hernández Ochoa, tuve la oportunidad de proponerlo  como nuevo Director de la Escuela Normal. Recuerdo muy bien que la ceremonia de toma de posesión  se desarrolló en el Auditorio del propio plantel y allí evoqué el origen humilde de tan ejemplar varón que nació en la congregación  denominada Emilio F. Betancourt, mejor conocida como San Marcos, perteneciente al municipio de Xico.

El cometido de Francisco Galván Rivera, como Director de la Normal, fue eficiente, espléndido y de resultados; con trato sensible, estimuló a sus compañeros de trabajo para que pudieran caminar en una nueva etapa de vivencias educativas, pensando siempre en el prestigio y valoración histórica de la Institución en la que se formó y a la que estaba obligado a servir con lealtad y disciplina.

En estos últimos años volví a tener comunicación con él porque el Secretario de Educación del sexenio pasado, le había encomendado  algunas tareas relacionadas con el analfabetismo, por lo que visitaba las oficinas de la Dirección General del IVEA, para enriquecer sus inteligentes propuestas y, después de esas tareas, supe de su desempeño en la delegación de la SEDESOL, donde, por cierto, se hizo estimar de manera extraordinaria por quienes lo conocieron y trataron.

El día 13 de abril, emprendió el viaje sin retorno, al que estamos destinados todos los seres humanos. Siento mucho su partida y a través  de estas líneas, como ya lo hice en forma personal, manifiesto mi sentimiento de solidaridad para  su apreciable familia. Descanse en paz el ameritado educador.

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